Lloramos por la falta de dinero; por el dinero que no podemos tener porque o bien no somos ricos o simplemente hemos nacido en una familia de clase media, media baja. Nos quejamos de lo que tienen los otros, ansiamos la posesión de los que viven a nuestro alrededor. Buscamos lo que no tenemos y pasamos por alto lo que ya poseemos.
Poseemos tiempo. El tiempo es el don y la bendición más grande que se nos ha dado. El tiempo son nuestras fichas para poder apostar en las cartas que se nos han repartido cuando nacimos por primera y última vez. Poseemos tiempo finito que tiene data de caducidad, pero esta pequeña posesión la pasamos por alto. No caemos en el pequeño detalle que la cosa más importante que se nos ha regalado es la que realmente ignoramos.
Vivimos como si fuéramos a vivir para toda la vida. No le damos importancia a los segundos ni a los minutos. No le damos importancia al hoy; un día más regalado. No le damos importancia al mañana, tiempo que está por venir. Siempre buscamos lo que no tenemos y pasamos por alto lo más importante que ya tenemos: tiempo para vivir. Cada segundo es oro reluciente que vale mucho más que cien millones de zapatos o mil millones de aparatos electrónicos de última generación. La bendición de poder haber nacido es el regalo más grande que se te ha concedido, por eso, no lo malgastes. Vive cada instante, cada milésima de vida.
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